lunes, 25 de abril de 2011

♥☻☼saludos♥☻☼

Suele suceder que en el día más crítico, intenso y enrevesado de la cotidianidad, el perro, nuestra mascota, es el primero de la familia quien se acerca y nos recibe, lamiéndonos la cara aún cuando hayamos pasado todo el día sin verlo, hablarle, ni tocarlo. Historias sobre perros hay muchas, no pretendemos calificarlas ni mucho menos juzgarlas, pero todas tienen un lugar común, en ellas están implícitas la lealtad, la incondicionalidad, la sencillez, el afecto, la fidelidad, la solidaridad y el compañerismo; y es que de esos elementos está constituida la naturaleza.
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Las relaciones hombre-perro y hombre-naturaleza son muy antiguas; desde que el hombre es hombre se conoce, muchos son los pasajes de la Biblia que la mencionan, por decir lo poco en el arca de Noé. Ahora bien, adelantemos la película pero conservando la capacidad de ver hacia atrás, hacia los lados, hacia el frente y centrémonos en ese nicho conformado por las mascotas. La relación hombre-naturaleza ha ido variando en el tiempo. Hoy día, aunque a veces marcada por la publicidad, por la faceta comercial y por la dinámica competitiva de la sociedad, siguen siendo los sentimientos de lealtad, incondicionalidad, fidelidad, solidaridad y compañerismo los que marcan la relación del perro hacia el hombre. No importa el sitio geográfico, la condición social o la precariedad del momento vivido; el hombre, el perro y la naturaleza terminan por conectarse.